El hombre, en su interacción social, conoce a otros y se reconoce frente a ellos, descubre coincidencias y conveniencias; participa de una acción común, colabora, aporta. Asume el papel que le asignan, persigue objetivos compartidos, y al hacerlo cumple sus propios fines. A su vez conoce su entorno, organiza su vida diaria y se vale de todo lo que lo rodea: lo que está próximo, lo que es parte de sus vivencias, de su cotidianidad; todo ello es parte de sí mismo, de sus afectos, de sus valores, de sus tradiciones y cultura.
Con todo lo anteriormente mencionado, se puede decir que la identidad es un derecho y vivencia del hombre, del individuo, de la colectividad, reconocimiento de la dignidad de la persona, expresión de su singularidad por encima de su condición social (Camacho Quiroz, 2006).